LA HABANA


Podría empezar diciendo; que brindé con Hemingway en la barra del Floridita, que el Che seguía en el aire y en las fachadas. Decir que he cavado un túnel para llegar allí, tan lejos. Libre albedrío en el recuerdo, cosecha o estación de memoria: En ropa de mar te encuentro tan cercana y tan callada. Desde la juventud que me precede, habitación ciento cinco, planta diecisiete, flashes de aquella mi piel azulada. Entre ayeres me despierto con el Caribe a salto de cama, Malecón de oleaje y piedras, ritmo y música de agua. —La novia le muerde los labios, el océano salpica sus dientes—. Y la caligrafía de la espuma con la huella dactilar del trópico, mojan mi ropa tan escasa y desnudan mis células de amapola.



Amanda Gamero

Austria, la tierra de mi abuelo


Viajar es más que escapismo, más que cultura, más que cambiar aires y relajarse… también es: Conocer paisajes, gente, costumbres, historias de países, de gente, de sitios…
Reencontrarse con amigos…
Reencontrarse con mitos, leyendas, fantasías…
Reencontrarse con partes de uno mismo, con episodios de nuestra prehistoria o historia familiar…
A veces, enterarse de que lo que creías fantasía es o fue realidad. esto me pasó a mi en septiembre 2004, Viena, con Sissi.
Vi una de las películas de Sissi cuando era pequeña y siempre soñé con esta emperatriz rebelde. Me parecía que era increíble y bella.   Creí que era una fábula o un cuento infantil, como Aladino, Blanca Nieves, etc..
FOTOS PROPIAS
El caso es que esta es una de las tres películas que recuerdo además de la alfombra voladora y una sin nombre en mi memoria, pero donde descubrí a los vikingos. Estos temas me mantenían atareada en mi infancia y adolescencia temprana.
Luego las hormonas hicieron lo suyo...
Mi amiga Mimi me invita a pasear por Austria y tomamos un coche a caballo en Viena. Durante este paseo es que descubro que Sissi existió, en el momento en que Mimi me indica: -“Allí vivió la Emperatriz Sissi” y me relata la anécdota real, más apasionante que la contada en película...

Sissi tiene una historia muy parecida -salvando distancias- a la de Diana o Lady Di, excepto que el marido se enamoró de ella. Aunque también tenía una Camila, una actriz de la época.
Sissi abogó por los campesinos; no se toleraban con su suegra que era muy fuerte y mandona (perdonando la débil expresión). 
Estaba obligada a tener varones, le dio los herederos por obligación (y con gran sacrificio de su salud).
Sissi, la emperatriz rebelde, viajó mucho, era realmente bella además de muy espiritual y fue asesinada (según versión oficial: por un anarquista italiano).

Si, hay puntos de coincidencia, aunque no exactos... me pregunto: ¿podría Lady Di ser reencarnación de Sissi...?
Austria es bella en sí misma, además los emperadores pusieron lo suyo, con tanto dinero acumulado solo para hacer pompa… la energía puesta en decoraciones es desopilante.
El palacio Schönbrunn que la realeza prefería en verano -un Versalles vienés- y el Palacio Imperial de Hofburg (ambos con nombres impronunciables para mi) que habitaron durante 600 años los Habsburgo, tienen la sofisticación en cada rincón y detalle.
Viena es bella en invierno, imagino en verano debe ser hermosísima. Una ciudad pacífica y encantadora. Los meseros, como vi en muchos restaurantes alemanes, usan los vestidos tradicionales.
Montañas y pinos y más pinos… increíble… la guerra hizo que muchos emigraran a tierras más rústicas de América, mis abuelos, por ejemplo, si no fuera por eso no creo que se hubieran ido de este país.


Pienso que Heidi era una privilegiada... Mi anfitriona Mimi también vive con paisaje de montañas, fue tan dulce y generosa que creo que fuimos familia en alguna vida… me dio todo y más... con un don de gente... con una alegría de poder agasajarme… me di cuenta lo mucho que significaba su amistad. Mimi es un ser especial que siempre estará en mi corazón. Austria, la tierra de mi abuelo, también...

Mónica Ivulich 

DR2017Fr
(Escrito en 2006 y editado en 2008 y
luego en 2017 para Escritoras Viajeras)

LA GALICIA PROFUNDA



Este verano he viajado a Galicia por primera vez. Sí, a mí también me parece mentira no haberlo hecho antes, pero las circunstancias -o la tozudez- no me lo permitieron. Modificar los viejos hábitos cuesta. Mi alma andaluza y mi corazón morisco suelen tirar de mí hacia el sur con fuerza. Hacia el de España, y más al sur todavía. Tenía la intención de visitar el norte de la península algún día, pero era algo que siempre posponía para más adelante.



La amable, reiterada e insistente invitación de una escritora gallega, mi buena amiga Mencía Yano, obró el milagro. Una semana por aquellos lares ha bastado para cambiar mi concepto acerca del ritmo de la vida, de las costumbres y de las prioridades. He regresado a la gran urbe con la mente despejada, el espíritu sereno, los pulmones limpios y las retinas atiborradas de imágenes en las que el verde bosque, el azul cielo y los ocres de la tierra son los protagonistas indiscutibles.


Efectuar en tren el recorrido desde Barcelona hasta Ourense también fue un acierto, dado que a través de la ventanilla pude deleitarme con la contemplación de unos paisajes de ensueño, a medida que penetrábamos en tierras vascas, por ejemplo. Es sorprendente la riqueza y los contrates que nos ofrece este país nuestro cuando le prestamos la suficiente atención, con la calma necesaria. El País Vasco y Asturias son ahora mis asignaturas pendientes.


Cuando llegué a la estación de A Rúa, Mencía estaba esperándome en el andén. No tengo palabras para expresar mi agradecimiento por la generosidad y alegría con las que fui recibida. Tanto ella, una temperamental galleguiña con un corazón que no le cabe en el pecho, como Gabino, su campechano marido, me han tratado como a una reina. 


Embelesada y muda me quedé durante el trayecto a Petín, ante la belleza del embalse que separa ambos municipios, unidos por el puente de la Cigarrosa. Y un sinfín de emociones indescriptibles me asaltaron en cuanto puse los pies en Petín, un pueblo de unos novecientos habitantes cuya gente, de talante amable y hospitalario, me hacía sonrojar cada dos por tres, tal era el entusiasmo y el cariño con el que se me daba la bienvenida. La llegada de cualquier foráneo a un lugar donde todo el mundo se conoce es siempre noticia, y en los pueblos las noticias vuelan. La sencillez de aquella vida, o al menos lo que pude observar en mi corta estancia, es, sin duda, lo que más me ha cautivado. Petín tiene todo lo que se necesita para vivir y carece de ruidos molestos, de prisa, de estrés. En una pequeña plaza con cuatro bares se reúnen al atardecer quienes desean charlar un rato y tomar algo, después de la jornada laboral. En Petín sólo hay una panadería, idéntica a la tahona del pueblo de mis padres, en la que algunas madrugadas nos colábamos, siendo adolescentes, atraídos por el irresistible aroma a pan recién hecho. En Petín el pan se sigue elaborando de forma artesanal, en los hornos de leña de antaño, y su sabor es tan exquisito que te pasarías el día comiéndolo. Por no hablar de la calidad de sus vinos, del delicioso pulpo a feira o el churrasco de ternera gallega asado a la parrilla. Tuve la sensación de que en Galicia el ocio gira en torno a la gastronomía, y me encontré en mi salsa, porque para mí buena comida es sinónimo de felicidad. ¡Se me conquista por el estómago!


Sin embargo, lo que más me enamoró de la Galicia interior, o al menos de los lugares que pude visitar, fueron sus bosques, su naturaleza, la abundante vegetación. En aquella zona, los montes están salpicados por diminutas aldeas, pertenecientes a los municipios que rodean el lugar. Mis guías turísticos particulares me llevaron a hacer un recorrido por la zona y tenía la sensación de haber regresado a la época medieval, donde un osado caballero debía rescatar a la princesa triste, recluida en la torre más alta del misterioso castillo. Pude ver dónde se halla el Santuario de As Ermitas. Según cuenta la leyenda, una monja se despeñó por aquel empinado monte y sobrevivió, hecho que se consideró milagroso, y motivó la construcción del Santuario.


Tuve la suerte de pasar unos días en una de esas pequeñas aldeas: San Martiño do Bolo. ¡Qué decir! A mí, que soy una persona tranquila, amante del silencio y la soledad, San Martiño se me antojó como una especie de retiro espiritual que todo el mundo debería practicar alguna vez. Ideal para meditar, reencontrarse con uno mismo, hallar la paz interior, leer, escribir. Viven allí unas tres familias. En verano la población sufre un ligero aumento debido al retorno de los lugareños que en su día emigraron a alguna gran ciudad como Barcelona o Madrid. En San Martiño, el amante de la juerga, el despiporre y la diversión no tiene nada que hacer. A San Martiño se va a respirar oxígeno puro; a caminar por la montaña recreándote en sus maravillosos parajes; a detenerte en la apreciación del nogal, del chopo, del olmo, de los helechos. A San Martiño se va a dejar escapar una risa pueril ante la inesperada aparición de una ardilla que salta de rama en rama, de árbol en árbol; a pasear con sigilo temeroso ante la posibilidad real de cruzarte con un jabalí; a gritar cual chiquilla al sorprender a un ciervo ocultándose entre la maleza a la velocidad de un rayo; a abrir unos ojos como platos ante ese erizo mimetizado entre las piedras del camino. A San Martiño se va a disfrutar de la agradable compañía que una elija o de la soledad; a mantener una agradable charla de sobremesa tomando un chupito; a recuperar la bendita costumbre de echar la siesta; a vislumbrar una hermosa puesta de sol a más de las diez de la noche; a extasiarse con la contemplación de un cielo repleto de estrellas, como miles de millones de lucecitas adornando el manto oscuro de la noche cerrada, una noche en la que sólo se oyen las chicharras, los grillos y algún que otro búho. A San Martiño se va a dormir a pierna suelta, en el más absoluto silencio, sumergiéndote en un sueño profundo y reparador capaz de compensar el insomnio de un año entero.



Galicia me ha dejado sabor a nostalgia y ganas de más. He conocido apenas una parte, pero hay mucho más por descubrir. Y por cierto, ¿no tenéis la sensación de que a Galicia la rodea siempre una aureola de misterio? Cuánto daría por conocer las miles de historias que se esconden en la profundidad de sus bosques, que se ocultan detrás de las paredes de piedra, las ventanas de madera y los terrados de pizarra de sus pazos, de sus casas. ¡Ay, si esos muros hablaran! Porque haberlas, haylas.

Mar Montilla





FOTOS PROPIAS



  

CARAS SIN VELO

  Voy por ahí tropezando con caras. Soñando con caras, avanzando entre caras. Caras como aleteos o arrebatos feroces. Caras que se cierran e...