FOTOS PROPIAS |
A veces la vida está hecha de
fragmentos de ilusiones, de coincidencias, de sorpresas… y una se deja llevar
de pulsiones que se desconoce de dónde llegan, como siguiendo un argumento que
nadie sabe cuándo, dónde, ni quién escribió…
Así fue esta aventura: Pirámides en
Bosnia.
Hace unos meses atrás vi un video
sobre ellas, me intrigó y se me ocurrió visitarlas, mi hijo no sólo aceptó
acompañarme, hizo los arreglos para alquilar un departamento, buscó un guía en
inglés y se prestó manejar casi 12 hs.
Dos días antes de partir, una amiga
de Barcelona se unió a la aventura, fue algo muy extraño porque a esta
amiga le produce pánico viajar en
aviones y tiene claustrofobia -peor que la mía- pero, quien sabe por qué mandato
del destino, estuvo en Venecia el día antes de partir. Lo cual implica que
compro el ticket, su ropa térmica y armó la valija en un día. Y llegó,
temblando sí, pero allí estaba.
Al día siguiente nos despertamos a
las 6 de la mañana y cargamos el auto. Max condujo por 12 horas, parando para
almorzar, cargar gasolina, ir al baño…
Llegamos para cenar y dormir pues a
las 8 nos embarcaríamos en la excursión hacia las pirámides que, aún, no están
oficialmente reconocidas.
Hay mucha información en Google,
YouTube, etc., y no necesito poner más aquí. Muchos dicen que es una locura y
otros que hay pruebas como paredes, monolitos, etc., que no son naturales y
sugieren, dada la edad de éstas, deben haber sido construidas por
extraterrestres o una civilización más adelantada que la nuestra.
Mi experiencia: Hay una montaña que
aparenta la forma de pirámide y sobre ella, una ruina de lo que pudo ser un fuerte.
Quedan unas piedras que debieron ser subidas con mucho esfuerzo o con técnicas
desconocidas. Solamente Max y la guía llegaron a la cima pues era empinada y
resbaladiza.
Nosotras volvimos contemplando
otras montañas, valles, los colores del otoño… y algo más que tiene forma de
pirámide, supuestamente de la Luna, estábamos en la del Sol.
Hay un túnel que conduce hacia la
pirámide que fue rellenado como para ocultarlo y es al que hoy se puede
acceder.
Dentro de ese túnel hay algunas
rarezas dignas de mención: aire como si estuviéramos en el exterior, piedras que forman muros y no son naturales,
orbes, ausencia de claustrofobia y animales, bastante humedad, energía que se
siente más en algunos lugares que otros, monolitos (uno de ellos como una
cápsula sellada de manera artificial, que está sobre dos corrientes acuáticas
subterráneas, lo cual genera energía).
No es mucho, pero es bastante.
Entonces… ya fuimos pioneros de este descubrimiento: ¿real? ¿timo? El tiempo lo
dirá.
SENTIDO DEL HUMOR QUE NO FALTE |
Lo siguiente fue una caminata por
la ciudad, primero la bellísima biblioteca de Sarajevo que fue incendiada y
destruida por la artillería serbia en la guerra de Bosnia-Herzegovina: 1992 y
1996, ahora reconstruida.
Luego, paseo por unas callecitas
comerciales con casas de comidas muy tradicionales donde almorzamos, compramos
unos regalitos y seguimos…
La ciudad aún no ha curado las
heridas de esos casi 5 años bélicos que sufrieron injusta y, según algunas las
voces que escuché: innecesariamente, las paredes muestran agujeros de balas,
hay cementerios que ocuparon lo que eran parques infantiles ante la urgencia de
enterrar tantos cadáveres en poco tiempo.
Los paisajes son maravillosos; los
quesos, la comida, las telas, los suvenires, el río… todo es bello y lo mejor
es su gente: amable cordial, suave, sonriente.
Y volvimos… pulmones llenos,
corazón henchido, piernas cansadas y una sensación de misión -desconocida-
cumplida.
Antes de salir de Bosnia nos
paramos para un apetitoso almuerzo, sentados frente al fuego y sonriendo por
nuestra locura, casi una epopeya. Y encontré la ventana inspiradora.
Al día siguiente, cuando
despertamos en casa de mi hijo nos pareció extraño no sentir dolores ni
molestias lógicas después de un viaje tan prolongado en auto, subida a la
montaña-pirámide, caminata, vuelta por auto… Por el contrario: estábamos con
energía y alegres.
Juzguen ustedes… yo miro por las
ventanas de Bosnia y siento un bienestar diferente e inexplicable.
Mónica Ivulich