EN EL REINO DE LEÓN



León nos habla recostada desde la meseta observando el devenir de los acontecimientos.
Nos recita versos de colores con sus vidrieras mágicas.
Parece que duerme, pero no es así con tanta actividad como tiene en la calle.
Es una ciudad viva de peregrinos, que sabe celebrar el encuentro de tantos caminos, con sus tapas, con sus vinos de la tierra, ya sea en el barrio Húmedo o en el barrio Romántico, especialmente.
Las calles principales están adornadas con flores con los colores de la ciudad que recuerdan los cuentos y toda ella ofrece los misterios de una época medieval que narran en sus cantares leyendas de tiempos romanos. Las calzadas empedradas, el silencio sugerente que te invita a meditar en el rincón balsámico (como describen las guías) de la plaza del Grano, el pórtico de la eternidad del Panteón de los Reyes en la Colegiata de San Isidoro que tantos recuerdos me trajo de mi profesora de arte del colegio. Podía verla perfectamente impartiendo su clase con diapositivas destacando las maravillas del Pantocrátor.

León fue y sigue siendo sabia. Supo escuchar al pueblo que forma su paisaje, dando lugar a las primeras cortes europeas. Las altas jerarquías, reyes, nobles y clero, se pararon a escuchar las voces de los que trabajaban la tierra y a cambio del esfuerzo de su trabajo, reconocieron por primera vez la inviolabilidad del derecho de propiedad y el derecho a un juicio justo en el que se debían aportar pruebas para la acusación y la defensa. Un gran avance para una sociedad de vidas muy sacrificadas.

El reino de León es el cruce de caminos entre lo antiguo y la modernidad, entre la ruta de la Plata y el Camino de Santiago, entre los montes y los ríos, las iglesias y los pueblos que supieron convivir o la invadieron. Es la conquista del encuentro eterno.
Una bella ciudad de contrastes en el que Gaudí se presta a conversar sobre la fantasía y su contención y en el que escuchar una misa en su Catedral, te hace sentir más cerca de Dios.


Isabel Mendieta Rodríguez

Roma, otra vez, mi primera vez

FOTO PROPIA
Caminar por la Vía Apia y sentir olor en mi memoria de caballos sudados, ver la pared que rodea la ciudad antiguo fuerte romano y escuchar gente hablando a gritos, pasar por las catacumbas... qué dolor...
Y que esplendor, las fuentes el Coliseo, la Catedral San Pedro... que emoción y cuanta gente, cuanta feria, cuanto de todo.
Un capuchino.. que bueno, solo esto puede traerme aroma a vieja Italia y por que no un bacci, comprado en la tienda de dulces.
Me siento arrasada por las vistas, las emociones antiguas. Como si otros – yo estuvieran asomándose a mis ojos y a mis poros.
Es bello a la vez increíble, dulce y fuerte. Italia reencontrada.

Escribí, entonces, esto a una amiga:

Amiga: pasear por donde los romanos iban en sus carros, castigando los caballos y gritando a los esclavos, altivos soberbios... tantos siglos de sufrimiento plasmados en muros que rodean ciudades, tantos años de protección y ataque, de amor y muerte, tantas cosas en estas viejas paredes de Europa... y la pompa, la belleza de época, la humedad de las ciudades viejas y la vieja educación.

Mónica Ivulich. DR








(TÚNEZ) HAY PAÍSES QUE SE QUEDAN EN LOS BOLSILLOS.

FOTOS PROPIAS
Hay países que se quedan en los bolsillos, escondidos entre la tela púrpura del alma y la piel de las horas que se alargan indelebles. Liberan sustancias milenarias y volatilizan sus activos naturales, dosificando un efecto memoria que se espolvorea, caprichosamente, de vez en cuando, y sin avisar.  
Lluvia de estrellas; lunas de oriente, escorpiones encerrados en capsulas de vidrio, dunas movedizas que ondulan a su antojo el paisaje, hombres azules, alfombras multicolores tejidas por manos desabridas pero afables. Tenaces palmeras que rozan el cosmos y alargan sus ramas, deseosas de abrazar cielos donde perduran estrellas privilegiadas de luz.  
Tamerza y su gran cascada permanece en la lingüística de un sentimiento de paz imperecedero. La belleza lejana de La Cordillera del Atlas. El tren Lezard Rouge llegando hasta Tozeur, todo un símbolo colonial que durante años estuvo abandonado, pasea por un cañón de colores rojos o garganta de tierra seca, desplazando a sus viajeros a otras épocas, como si de un sueño se tratase, en un mítico y balanceante recorrido.
Los dientes de niños pobres sonríen como si fuesen ricos, córneas sabias que antes fueron rosas del desierto. Dátiles que se reparten en cestas, ofrendas valiosas de dulzor inigualable, pestañas curiosas que se balancean sobre azabaches de cristal,  comisuras dulces de sonrisas. 
Sin prisa en la estación, sin prisa en el camino, que la prisa mata, como diría mi amigo Zhuair.   La vida que te lleva, la que va contigo y que allí dejas para siempre, la parte que renace y que recuerdas después como resorte de memoria. 
Pedí deseos frente al Lago Rosa de sal, “Clott El Djerid”, inmensidad sobrenatural, capaz de liberarte de cargas y de curtir el alma de inmortalidad.
Chebika es contar un cuento, es un oasis revivido después de entender la existencia de la palabra espejismo. Presenciar el fenómeno es magia y no existe gramática que pueda poner orden a tales emociones.
Todo es silencio aunque escuchas tu propia voz,  el diálogo interior que te acompaña con sus propios ríos y cascadas. Matmata, casi en las puertas del desierto del Sahara, árido, lunar, de cavernas trogloditas milenarias que, construyeron para escapar de las inclemencias del tiempo. Submundos bellos, formas de vida agradecida y hogareña, colchas de colores sobre camas de broza que a metros de profundidad parecería imposible que estuvieran ahí.
El sol crepuscular penetra en la atmósfera y sus rayos se dispersan, provocan unos efectos de luz de inigualable belleza, que subyugan el espíritu y que dictan mensajes, pero también suscitan preguntas existenciales. Hammamet o ciudad de los jazmines, collares con la materia prima de sus flores, mar mediterráneo que emborracha de azul su piel costera. Llegar a la ciudad de Douz y tomar té de menta es un placer para los sentidos; dulce, caliente, aromático, y a la vez refrescante. Curiosamente, el calor del cuerpo toma como referencia la temperatura del exterior, si nuestro cuerpo eleva su temperatura, la diferencia entre la interior y exterior será menor, y la sensación de calor disminuirá. Placeres sencillos de una vida sencilla.
Desiertos y playas, montañas y oasis; monumentos romanos con bellos museos, antiguas medinas, murallas que encierran mezquitas, zocos y cafés, donde la vida transcurre como hace cientos de años.
Un impresionante palmeral de miles de palmeras es la mejor forma de disfrutar de la sombra, hasta llegar a la primera duna. 
¿Cuántos misterios esconde el desierto? Refracciones, temperaturas, nacer, morir, comienzo, fin.  Pueblos, lugares de África que están en el origen de la vida. Ella sabe quienes somos; somos parte de la misma inmensidad, de la sobrenatural naturaleza, somos parte de la piedra, de la sal, el agua, del sol, la luna, las estrellas, y los siglos.


Amanda Gamero














FOTOS PROPIAS

CARAS SIN VELO

  Voy por ahí tropezando con caras. Soñando con caras, avanzando entre caras. Caras como aleteos o arrebatos feroces. Caras que se cierran e...