CARAS SIN VELO

 


Voy por ahí tropezando con caras. Soñando con caras, avanzando entre caras. Caras como aleteos o arrebatos feroces. Caras que se cierran en enigmas que intento descifrar mientras noto mi propio rostro adormecido por un placer manso.

La cara de la Gioconda jamás fue despojada de su misterio.

“El hombre del turbante rojo” mira directo a quien lo contempla, con arrogancia, con dignidad, desafiante en su propuesta, por extraña o incomprensible que ésta sea. 

La cara es la frontera y es la puerta, la revelación que amplía el horizonte, con sus pequeñas zonas claras y la sinuosa reverberación que de pronto se deshace o bien se convierte en mineral distante.

Dirijo mi atención a esa aura expandida y mutable que resplandece en cada rostro, y busco el momento previo a la detonación, a la expresión del alma a través de la mirada.
Hay caras que se derraman por el cuello como cera derretida, como barro rojizo que busca su forma. Rostros que parecen pedir perdón por su existencia, huérfanos profundos de labios entreabiertos y silencios abismales. Ayer vi una de estas caras: era la de una mujer que estaba en el balcón, con medio cuerpo fuera y la cara empapada en la misma niebla azul que cubría los tejados.

Vi también el rostro de los transeúntes emerger como un solo rostro de caliza desmoronada al lado de los hospitales.
Las caras a veces se alzan como espadas en alto, no con la intención de atacar, sino de defenderse de los ataques. Aun bajando la guardia, estas caras parecen residencias privadas que esconden hermosos tesoros e íntimos tormentos.

Los ojos son el primer y más perfecto sistema de seguridad que se rige por códigos cifrados. El amor puede ser la llave para descifrarlos.
Acercarse a una cara es como observar un paisaje cambiante.
Cuando la furia domina, los músculos de las mejillas se contraen, cada blasfemia escupe su saliva, la nariz aletea nerviosa bebiéndose el aire. Cuando la alegría la invade, los ojos recitan poemas persas de color esmeralda, la boca se alza en esplendores de orquídea, las mejillas son bulevares acristalados.  
Hay caras seriadas, como broches de un joyero que se repite.

Hay caras-avalancha que te sorprenden, te acechan, te trituran, te sepultan, te inmovilizan, te sumergen en un mar oscuro de arrugas, bocas, dientes, ojos abisales.
Hay caras minerales llenas de cuevas misteriosas con aguas cristalinas, donde la vida comienza en una falúa con peces alrededor.
Hay caras tímidas como otoños, que se ponen colorete o pañuelos o gafas de sol que frenen el impacto de otros ojos, de otras caras; que temen cirugías, que buscan un puerto de llegada o cualquier alegría sencilla que les despierte con música a primera hora de la mañana.
Hay caras que han sido desahuciadas por sus dueños, y van mostrando ese desencuentro cruel con una extraña frialdad de paredes húmedas y rincones oscuros.
Caras que son preguntas y caras que son respuestas, cumbres donde trepar y gozar de puestas de sol color naranja.  

 

Maribel Montero

VIAJES DE UNA TORTUGA EN TIEMPOS DE PANDEMIA #yomequedoencasa

 

Imagen de la red, desconozco su autoria.

     Soy una tortuga intentando encontrar respuestas que satisfagan mi lógica y el absurdo de tal afirmación. Mido la distancia hasta la libertad. Para mí todo depende de la temperatura ambiente, tengo un metabolismo lento pero mi memoria registra más de 200 millones de años. Me oriento por líneas invisibles dictadas por la tierra. Nada de lo que sucede me resulta nuevo. Presto atención a las hormigas. Llevan tiempo emitiendo sonidos de alerta a través de sus antenas móviles. Aunque parece que no pienso, pienso. Muchas veces lo hago durante mis desplazamientos, que son lentos según se mire, porque el tiempo, que no sé si mide la existencia física, sí que mide la frecuencia y la velocidad, entonces… ¿Qué es en realidad aquello que parece transcurrir en el interior de los relojes?, ¿es solo es un tic tac caprichoso?

     La búsqueda de una explicación cierta del mundo convierte al género humano en ¿racional?, también las tortugas de más de cien años lo cuestionamos. Todo aquello que se mueve es por una causa que da forma a otra causa, ¿Pero cuál es el motor de inicio? Esta no es una pregunta de tortuga, lo sé, debería de plantearla una mujer, una mujer lenta y no una tortuga pensante. Nadie creerá que me negué a ser humana, pero un día, sin esperarlo, desperté tortuga después de una larga noche de metamorfosis. Hasta entones moría en el eterno cuestionamiento del ser; “Ser o no ser, esa es la cuestión”, monologo del afligido Hamlet entre voluntad y realidad. Morir es dormir y qué sé yo si al morir soñamos como cuando dormimos, si fuese así debería estar muerta desde que nací. De hecho cuando llegué al mundo a mi madre no se le ocurrió otra cosa mejor que preguntar, o casi afirmar, ¿Para qué ha nacido si va a morir? ¡Cosas de tortugas!

El “ser” es aquello que sostiene la vida, la esencia y naturaleza de algo, pero…si el ser humano se supone que posee un alma. ¿Por qué hay tantos sin ella?, ¿serán zombies?, ¿gente que no sabe que está muerta?

     Futura, mi mejor amiga, murió en 2014 y nació en 1879. Un día me dijo que los poetas eran los educadores del pueblo antes de que existieran los filósofos. Ella pasaba largas temporadas en el agua, bajo el mar escuchaba los latidos de la tierra. Yo aún estaba con la observación de las hormigas, sobre todo me centré en escuchar su entonación energética, aunque también la forma distinta en que se diversificaban. Por aquel entonces ella ya hablaba del cambio climático, aunque todo el mundo estaba muy ocupado con la globalización. Sí, también las tortugas nos enteramos de la libre circulación de capitales y de la sociedad de consumo. De hecho, y como consecuencia de ello, unos turistas me compraron en Tailandia, lo acabo de recordar. Soy lenta. 

     Cuando el precio del petróleo cae es que algo preocupante va a ocurrir, es curioso.   En el planeta todo está relacionado, el aleteo de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo, pequeños cambios pueden ocasionar consecuencias devastadoras. La teoría del caos tan compleja como el universo, causa y efecto, o mis patas que se convierten en aletas cuando quiero nadar.

     Creo que los años nos dan una cierta experiencia, a unas especies más que a otras. Algunas desaparecen y otras están en vías de extinción, como el pangolín, que antes de extinguirse por completo parece que quiere hacer justicia de su linaje mamífero. De él utilizan hasta las escamas. Desde agosto no hay pangolines, parece que se escondieron si es que todavía sobreviven. ¿Y los gorriones?, ¿dónde están los gorriones?, ¿han salido huyendo de las ciudades?... ellos que eran tan urbanos. —eso me dijeron.

     De todos los animales el peor es el humano, alguno se salva, conozco a unos cuantos. Dicen que están dotados de pensamiento, pero si este se sustenta en la soberbia, qué ceguera llevan en este gran ensayo que es la vida en la tierra. Los virus también están sometidos a ensayos, dicen que algunos son de laboratorios. Los más letales anidan en la maldad y en sus siete pecados capitales. En el cuerpo de todos los animales, incluido el humano, existen billones de virus y bacterias, somos sus anfitriones y con ello va nuestra información genética. Fue un virus el que originó la vida. El mismo útero materno está formado por microorganismos que al salir al mundo absorbe el ser que nace. Los coronavirus siempre han existido en el reino animal, lo saben bien los veterinarios y científicos. Esta vez han mutado fuertemente. Cuántas veces más han de hacerlo en estos tiempos en que nada es lo que parece. ¿Por qué estos virus están matando a los humanos?; ¿fue por error o intencionadamente?, ¿qué ocurrió en Wuhan?, ¿es un arma biológica?, ¿un virus remoto con 5G?, ¿quiere el gobierno chino ser el amo del mundo?, ¿y el de los EEUU pretende acabar con las civilizaciones más antiguas del mundo?, ¿la OMS gestiona bien el sistema sanitario mundial?, ¿cómo va la competitividad mercantilista entre laboratorios?, ¿es la propia naturaleza la que selectivamente obedece a sus patrones?  Demasiadas preguntas, lo sé.

     Son preguntas de una tortuga iletrada de 106 años. De tanto rodar y rodar me he convertido incluso en mal pensada. Ya no sé qué pensar sobre todo lo que pienso. En 1920, cuando ocurrió la gripe española yo era muy pequeña, no las hubiera planteado, las circunstancias temporales cambian.

Hay científicos que afirman que el coronavirus es el resultado del meteorito que impactó en China en otoño de 2019, que trillones de partículas virales infecciosas permanecen en el espacio y que pueden caer a la tierra cada determinado número de años. También existe la tesis de lo que ocurrió en una mina situada en la provincia de Yunnan, China: seis trabajadores enfermaron debido a la sobreexposición con heces de murciélago que debían de extraer del interior. Días después, tres de los mineros murieron, pero el virus ya viajaba por el aire poco a poco, paso lento pero seguro se iba extendiendo. Esto ocurrió en el año 2012. El médico que los atendió describió los mismos síntomas que hoy están asociados al covid19. ¿Puede esto señalar, inducir, o  ser la prueba que confirmase la selección natural como origen de las pandemias?

     Todo y nada es posible o imposible, ninguna pandemia hace a la gente mejor, los que mueren siguen su tránsito irremediable, los que sobreviven olvidan con facilidad, o no, no lo sé.

¿Qué hay problemas ecológicos?, ¿qué hay escasez de agua?, ¿qué arde la tierra?; Posponer el problema es la solución, y, por supuesto, la culpa la tienen los políticos, siempre la tienen ellos, ocurra lo que ocurra la responsabilidad individual nadie se la atribuye.

     Si los seres humanos desaparecieran de la tierra solo cinco años el planeta florecería. Sin los virus y bacterias, sin embargo, este no existiría. Esa es la diferencia, y con eso quiero decir que el planeta sabe cuidarse solo, por lo tanto la tierra no los necesita. También las tortugas necesitamos de este planeta azul. 

     Estamos en el final de una era, daremos comienzo a algo nuevo, la calidad de lo nuevo dependerá de la voluntad de muchos. La salud está relacionada directamente con el daño ambiental, la mutación del corid19 es el resultado del daño a la ecología. El covid19 es un mensaje de corrección en la forma de vivir. Y si el planeta gana todo irá bien. ¿Esto se acaba? Si, esto se acaba, palabra de tortuga. El mundo necesita otras coordenadas, una nueva forma de pensar y de mirar, una gran terapia que cure a una sociedad que ha olvidado el espíritu, el alma y la razón. Aristóteles decía que el ser humano es la suma de esas tres cosas, pero entonces no existían los mercados de valores, ni tampoco traficantes ejerciendo de embajadores de bancos. La verdad irremediable en la punta de narices esperando ser vista por ojos cegados de vanidad. Como tortuga diría que hay muchos dueños de nada, y mucha locura en la sopa, sobre todo en la de tortuga. Sobran plasmas y faltan paseos por campiñas de girasoles, demasiados influencers y pocos crepúsculos en diferentes posturas, mucho maquillaje discutiendo con neuronas inservibles.

Si fuese humana, ¿Qué clase de humana sería? Creo que intuitiva, lógica, y sensible…no lo sé, no sé nada. Soy una tortuga y las tortugas somos muuuuuuuuy lentas.

     Parece que han homologado el título de político, pocos se lo merecen. Solo actúan en base a su lucha de poder particular, unos contra otros, ni se oyen. Un político que se precie debe llevar como asunto prioritario las ayudas a la ecología. Si les preguntasen a algunos de ellos no sabrían ni la razón por la que se fundó la primera democracia del mundo. ¿Quién se atreve a comprobarlo? Pues para documentarlos les contaré lo que me contaron de oreja a oreja. Parece ser que cuando la tiranía acabó en Atenas en el siglo VI antes de Cristo (todo es antes o después de él, así deben de situarse los humanos, ¿qué pasó entonces en el año cero?...) se propuso una reforma. Los atenienses crearon una asamblea de ciudadanos para gestionar la política municipal, pero aun así continuaron las guerras. Siempre las ha habido, pareciera que resultasen necesarias. Actualmente han adoptado otras formas menos sangrentas, aunque también hay de estas últimas. Son un Lucifer siempre atento, ¿acaso para que la fe tenga el protagonismo que requiere todo poder?

     Una vez fui a una iglesia preciosa muy cerca del mar, el párroco me invitó a salir a toda prisa (prohibida la entrada de animales). Hizo lo mismo con un chico discapacitado psíquico (no se dice subnormal) que me acompañaba en pantalón corto, al parecer no era correcta su vestimenta. Los dos salimos a disfrutar del oleaje que es otra forma de rezar, conectar con la naturaleza. Nadie aprende de nada, de nada se aprende sin vocación de aprender. Yo me quedo en casa y sigo en ella, porque mi casa soy yo, porque la llevo conmigo. Atrás quedaron los abrazos gratis, dicen que fueron buenos tiempos. Hacia delante parece que está el futuro, no sé yo, puedo morir en cualquier momento, llevo mi propio ataúd sobre los hombros. —El viaje es otra cosa—. Incrédulos al debacle, más de un millón de muertos en este planeta que se llama Tierra, y los ojos que saben mirar dicen que este planeta azul necesita ser querido, solo eso, querido. El resto corresponde a los seres humanos.

     Si es un sueño la muerte, sueñan muchos en estos días…”Morir es dormir. ¿No más?, ¿y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?...”

Me voy a nadar un rato, lentamente, como a mí me gusta. Espero no tener que esquivar muchos plásticos.

Amanda Gamero

 

 

LAS TRADICIONES NOS LLEVAN DE VIAJE: De la mano del jopara para espantar la crisis del Karaí Octubre.

 

FOTOGRAFÍAS DE LA RED

   Karaí Octubre se celebra a pesar de la pandemia que afecta al mundo en este 2020.

Esta leyenda surge de la región guaraní que tiene su centro en Paraguay, pero la creencia se ha extendido también en algunas provincias argentinas como Corrientes, Formosa, parte del Chaco y Santa Fe.

La leyenda señala que el Karaí (señor) Octubre es un duende maléfico que sale todos los días 1 de octubre a recorrer las casas para ver quiénes tienen suficiente comida. Es el Pombero, que vigila si la gente sembró y trabajó durante el año y supo guarda. Ese día, al pasar por las casas debe comprobar que hay suficiente comida y que convidan a sus vecinos. A quienes no supieron administrar sus alimentos los castiga con miseria hasta fin de año y a los que tienen para convidar los premia con abundancias. Es por esto que los guaraníes recibían el mes de octubre con jopará, una comida similar al locro, con la intención de conjurarlo, ya que este personaje de la mitología guaraní no se queda en los lugares donde hay abundancia.


   Otra versión la cuenta el chef e historiador Vidal Dominguez quien comenta que en 1537 los españoles ya se encontraron con la jorapa como parte de su gastronomía cariogaruaní.

   A día de hoy contia la creencia y celebración que con certeza se realiza porque el guaraní era un hombre muy positivo en su manera de pensar y no veía mejor manera de contrarrestar la miseria que haciendo una gran comida y baile para que su Dios Tupá alejara la pobreza.

Algunos historiadores cuentan que los españoles al convivir con los guaraníes, notaron que al comenzar la temporada de primavera se quedaban cortos de alimentos, por lo que adoptaron esa tradición uniéndose a los banquetes y a la danzaLa celebración tomó tanto peso con el tiempo que las autoridades locales le dieron un valor notorio dentro del calendario local poniéndola en valor con reconocimientos como patrimonio cultural inmaterial.



Por Cecilia Rodriguez Buenos Aires - Argentina



CASA EN SANT FERRIOL (GIRONA)

 


Hojas que caen con un desmayo fresco buscando el asidero de la mesa nueva del jardín. Una cornisa de tejas con liquen se descubre al norte de los inviernos macerados por el tiempo. Estados del alma se alternan, nubes y claros en el concierto desigual del mes octavo. El frescor brota del verde hasta el mediodía, cuando la sombra circular de las moreras va invirtiendo su trayectoria, achicándose a medida que el sol reina sobre todas las cosas, sobre los cielos y los ríos, sobre el paisaje más árido y el más boscoso de la Garrotxa, cuando brinda su fuerza a los girasoles e impacta sobre el cristal líquido del Fluviá, que bajo el puente monumental de Besalú estos días mengua su caudal. Al mediodía las cigarras suben el tono de su interminable canto, un rasguño propagado por el aire y sostenido por los ecos de la canícula.

Besalú (Bisoldunum) merece crónica aparte. La villa condal (fortaleza en el pasado) y el  conjunto medieval, son visitados por multitud de turistas durante todo el año. Destaca sobre todo su puente, convertido ya en un icono, y que inspiró la famosa novela “El pont dels jueus”, de Martí Gironell, y sirvió para localizaciones en la película “El perfume”, además de ser escenario de numerosos anuncios publicitarios.



Sin embargo, los pequeños comercios y las plazas acusan estos días la falta de turismo, una de las secuelas del azote imprevisto de la pandemia. Esplendor y decadencia—esperemos que esta última sea corta— en el vaivén de la vida.

Volvemos a la masía de Sant Ferriol, una construcción del siglo XVII. Allí las horas transcurren lentas. Hay un aleteo, un despertar sonoro de pájaro acomodando sus alas en la copa de un árbol. Un mediodía infernal, excepto en la planta baja, sobre todo en el portal donde la piedra y la loseta roja de barro cocido procuran sombra y frescor sin añadidos. Escaleras oscuras nos llevan a la gran chimenea de la primera planta, que dormita y se recupera de las horas extras de un invierno que en esta zona de la provincia de Girona, en este particular enclave, es largo y sombrío.  Junto a la chimenea, se ofrece tentadora una hamaca en la que revivir las quimeras e ilusiones  de la dueña más antigua mientras hacía calceta en las tardes interminables.

Estar en una casa ajena, una casa con siglos a sus espaldas, es apurar sensaciones, girar la maneta del tiempo y dejar el paso abierto a todo lo que fluye desde el silencio, a las inevitables huellas que quedaron en los objetos y las estancias y que de alguna manera impregnan el espacio. Tengo una especial sensibilidad para captarlo. Supongo que todos la tenemos, siempre y cuando estemos atentos, sin perdernos en lo visible y aparente.



El encanto de estos lugares consiste en la conservación de su esencia- los suelos, las ventanas, los altos techos con vigas de madera, la casa anexa, que pudo ser casa de los masoveros (masovers), o bien almacén de grano, una especie de hijo pequeño al amparo del caserón de piedra con puerta de dintel orientada al sur. El paisaje circundante cambió de fisonomía, según explicó el dueño actual del mas (en latín mansum). Pasó de su estado salvaje al verde impoluto que requiere atención constante, con sus árboles nuevos (higueras, pinos) y los más antiguos, esos robles con una sombra que se antoja infinita en el calor de un mediodía con corrientes y ráfagas de unos treinta y seis grados. Con el huerto que alcanza la frescura del río y la convierte en rojo, verde y pulpa.  Con el arbusto del kiwi, que comienza a dar sus frutos, y que alcanzarán su madurez en noviembre.  



Los cuadros que adornan las habitaciones llaman mi atención. Recrean rostros y figuras de otros tiempos, mujeres fantasmales, láminas de los años veinte y aledaños. Ahí es donde puedo adivinar la cara B de este lugar (tal vez es pura imaginación, pero ya sabéis que la imaginación es esencial para cualquier escritor) Como decía, se intuye cierto aire de misterio en esta casa y también de dominio y orgullo. Se libera en capas superpuestas, en paredes, balcones, silencios, soledades y cultivos autosuficientes que nos remiten a otras épocas, otros episodios vividos por personas cuyos afanes no estaban tan lejos de los nuestros aunque nos separen siglos. Cuando la masía era sobre todo casa de labranza y estaba aislada, con caminos de cabra, rieras, campos y huertas, bosques y praderas que los pageses conocían como la palma de sus manos.

El lugar queda a unos 45 minutos a pie hasta Besalú, tal vez un poco menos para los que montaban en el borriquillo pariente del que ahora se revuelca levantando una gran polvareda en el cercado que hay junto a la casa.

Alguien dice, entre bromas y veras, que el cuadro de su habitación se mueve, que aunque lo endereza, siempre se acaba girando un poco. Tal vez sea por la brisa, pues hay dos ventanales y bastante corriente en la tarde/noche si se quiere dormir con la luna por compañera. Otros dicen que creen, que les parece…que el cuadro del señor con una bici de rueda gigante que nos contempla mientras comemos, ese señor que practica la halterofilia y viste los isquios con calzas demodé, es pariente del inglés que nos alquila la casa, pero no nos atrevemos a preguntarle. Tampoco cambiaría mucho la historia.

Hay un gato negro, cómo no, y arañó a mi nieto, que aún está buscando una explicación a este hecho. En cambio, el perro es muy tranquilo, sigue a los niños y nos acompaña un día en las pequeñas excursiones, hasta que nos ve seguros en medio del camino; entonces gira sobre sus patas y vuelve a la masía. Nos cae muy bien este perro, un pastor alemán ya viejito.  

Por las noches recibimos la visita de un ratón de campo, al que tuvimos que poner a dieta dejando las verduras, los quesos y todas las “chuches” a buen recaudo. El ratón entra por el tejadillo de la cocina, y quién sabe si no ha hecho amistad con el gato y éste le cedió el territorio a cambio de que asuste a los habitantes de esa parte de la casa.

La niña de la casa se llama L, y es muy elástica, muy inquieta y no parece tener mucho interés en utilizar el móvil o la tablet. Trepa a los árboles y hace piruetas imposibles; se dobla y se comporta como una artista de circo. Canta junto a una amiga mientras salta en la cama elástica del jardín. Su canción habla de una cucaracha que está borracha.



María, mi nieta de dos años, busca su compañía. La acompaña su primo, que estudia los movimientos de la niña, que admira su libertad, supongo. La destreza y la osadía de ese cuerpo larguirucho y flexible. A veces coinciden en los juegos, pero L. acaba jugando con su amiga, que es de la misma edad que ella. Creo que ha conquistado ese territorio y lo disfruta con plenitud. Las concesiones que hace a las visitas son temporales. Sabe que todo es temporal, excepto su casa y los alrededores.

La más misteriosa es la madre, trabajadora incansable, quien también trepa como su hija, aunque ella lo hace con una bayeta en la mano para limpiar las ventanas. Es hermética, delgada, alta, y sonríe lo justo. Poco más puedo decir de ella, salvo que encaja muy bien en esta historia.

Maribel Montero

 

 

VISITANDO A LAS SANTAS PAGANAS DE CRIS ROCHA.

 

A las santas paganas de  Cris Rocha (1) tuve el placer de disfrutarlas, con su historia incluida, en una cuarencharla (2) por zoom. Allí conocí a la artista que desde el sur argentino sintió la necesidad de diseñarlas por alguna causa que motorizaba la necesidad de que existieran. Cuando el deseo se pone a rodar y se hace acto, se plasma, pensé.

Justo en ese instante ella aclara: “Un Milagrito” que concede pequeños deseos. “La Climática” que actúa sobre los humores e influencia los climas internos y externos. “Santa Teta” siempre protectora, cuidadora y sanadora. “La Guardiana de los Bosques” protectora de plantas y animales y de los seres que habitan en los bosques. “Santa Paciencia” que otorga paz, fortaleza y perseverancia. “La Patrona de los Viajes” que protege a viajeros y peregrinos y cuida caminos y fronteras. “Sagrada Memoria” que recupera la historia, sana y repara, construye vínculos transformadores, ejercita la memoria individual y colectiva ayudando a no olvidar. “Santa Salvatis. Bendita Salutis” que promueve la empatía, el cuidado de sí y del otro, la solidaridad y el bien común  y “La Bartolina” que nos hace saber que no estamos solos, que armamos redes  con nuestras raíces desde las que damos flor y fruto. 

Sagrada memoria. 

Estas son hasta ahora mis nueve santas paganas. Ellas son pinturas, collages e instalaciones que luego fotografío y convierto en estampitas para regalar.

Son imágenes que pretenden ser receptáculo de los deseos e intenciones de quien las recibe. Según su creadora, no tienen poder por sí mismas sino que acumulan el poder de quien las usa. Mientras la escuchaba contarlo me pregunté: ¿Y por qué no?

¿Acaso los santos canonizados no satisfacen, supuestamente y acorde a su historia, una necesidad de la gente que les reza?

Los santos paganos, de todo el mundo, responden al mismo fin. Unos existieron, otros no se sabe y todos forman parte de una tradición que creció como un cuento desde la creencia popular que los sostuvo y les supo otorgar poderes por deseos considerados como concedidos.

Mientras Cris, seguía su relato y la forma o razón que hicieron posible la existencia de sus santas paganas yo me preguntaba: ¿Si tuviera que crearme una, cómo sería? Aún no se me ocurrió..., aunque la pregunta sigue dando vueltas en mí.

Santa Salvatis Bendita Salutis

Al final de la charla me di cuenta que Cris había contado, a través de sus obras, las necesidades que no eran sólo personales sino también comunitarias y que podían ser diseñadas con cualidades diferentes a las del imaginario santoral establecido, quizás más humanas, más nuestras, más mujeres, más nosotras, menos marcadas por el patriarcado o peleando por barrer sus huellas. Y todas, plenamente capacitadas para hacernos saber que las mujeres, que vienen recorriendo kilómetros y kilómetros con sus estampitas, son amorosas y guerreras a la vez, tan maternales como proveedoras, femeninas y hacedoras de labores que transgreden el patriarcado de cada región del país.... Mujeres, con todas las letras, capaces de todo, hasta del milagro...
Patrona de los viajes.

¿Y que necesitaban para hacerlo?

Nada más y nada menos que de nosotras. Requieren que cuando estamos frente a ellas, nos creamos capaces de producir el milagro, sabiendo que la salida es inclusiva o no hay salida, que la mano tendida debe estar bañada de sororidad o no es bienvenida y que la empatía surge de saber que no le pasa a una sino a todas y que entre todas salimos de la que sea.... 

Guardiana de los bosques.

Así sus obras circulan.

Sí, sí, estampitas que su creadora da en mano presentando su pintura cargada de signos, símbolos, significados y significantes. Obras hechas estampas y estampas que encarnan el sentir popular, mientras dan la vuelta al mundo recordándole a muchas que la casualidad no existe y que la causalidad se las puso en las manos para que tengan presente todo lo que, la santa pagana que la habita, es capaz de hacer....

Hoy me animo a decir que hay santas paganas con cualidades que abarcan las necesidades de todes y uso la “e” por la cualidad inclusiva de estas santas que están decididas a no dejar a nadie fuera del alcance de sus manos y sienten, convicción mediante, que esa letra lo representa.

Cris, nos dejó el abrazo colectivo de sus creaciones hechas estampa tanto como el sabor intimista de sus santas, de la mano de la abierta invitación de encontrar la que nos habita, que con certeza está en ese lugar de deseo, pulsión de vida, motor y fuerza creadora donde todo nos es posible.

Santa Paciencia.

Ya nos juntaremos con Cris Rocha. Pintaremos juntas. Me quedaré con alguna de sus estampitas, mi preferida, quizás la que con el paso del tiempo recurra para no olvidar: Santa Memoria.  Memoria para no olvidar de dónde venimos, todo lo que vivimos, lo que nunca más debe suceder. Memoria para no olvidar todo lo que viví que me hace ser quien soy y lo que puedo llegar a ser. Memoria para recordar y seguir siendo.

Mientras tanto en sus exposiciones se levantan sus obras como altares, recreando en ellos el entido de la mujer que lo habita, la política del deseo que lo construye, la misma que hace que ​Cris Rocha​ llegue a enraizarse a la vida en esa creación que, sin duda alguna, será tradicional oral  cuando el tiempo le ponga voz a la acción testimonial del camino recorrido por muchas mujeres que reviven y se restauran en el proceso creador de sus obras.  

Cecilia Rodríguez

                (1) Criss Rocha: Conócela más en ​www.rochacris.com

(2) Cuarencharla: Charla virtual realizada durante el periodo de cuarentena, organizada por artistes artivistas que gestaron el colectivo ​ Cultura Viral Federal​ . Al día de la fecha, llevan más de 88 cuarencharlas. Pueden conocerlos y seguir su hacer desde Facebook, Instagram y YouTube.
                                     

CARAS SIN VELO

  Voy por ahí tropezando con caras. Soñando con caras, avanzando entre caras. Caras como aleteos o arrebatos feroces. Caras que se cierran e...