MAR DEL PLATA (La llaman la ciudad feliz)


En esta ciudad se conocieron mis padres y vivieron mis abuelos. Cada parte que recorro es para mí un recuerdo. Con el paso del tiempo vienen también los cambios con sus reformas y modificaciones. Pero, más allá de esto que sucede en todos lados, lo que no cambia es la geografía de esta ciudad y es lo que la hace tan maravillosa, con sus cabos, sus puntas, sus médanos y sus acantilados.

Según cuenta la historia Fernando de Magallanes , al servicio de España, fue el primer europeo en navegar sus costas, pero fue el español Juan de Garay quien la describió como una costa muy galana y la recorrió por tierra en 1581.



Es la playa más popular en Buenos Aires con un turismo numeroso en vacaciones.

A pesar de no gustarme los lugares repletos de gente, siempre me hago una escapada en verano y la recorro buscando una playa solitaria o disfrutando las luces nocturnas de la costa.
Este 2020 comencé el año ahí, esperando la llegada del año nuevo y es verdad que el clima no acompañó gran cosa pero a las 12 todo era festejos. 
Si la noche se presenta calurosa se acostumbra cenar sobre la costa. Se lleva comida, copas para el brindis, sillas, reposeras, y se disfruta a la espera del fin de año y comienzo del nuevo.



Cerca del puerto hay muchos lobos marinos . Es este animal justamente el que identifica a la ciudad de Mar del Plata.



Se encuentra esta obra en la entrada del "Museo Mar", lugar que frecuento ya que es mi punto de partida para salir de caminata a la mañana temprano, tomar un café por las tardes en busca de señal wifi o recorrer las muestras del momento.


Es en estas playas marplatenses donde vivió y puso fin a su vida la poetisa Alfonsina Storni. 




Mar del Plata es para mi el verano con su diversidad de turistas, la escapada de fin de semana durante el  invierno, es también mi infancia, los paseos con mi padrino siendo  niña, las visitas a la casa de mis abuelos, la laguna salada y el temor a los cangrejos, es la playa; pero también el campo donde vacacionaba junto a mi familia.
Hoy sigo volviendo al mismo lugar una vez por año a juntar ramos de  menta, ver los girasoles, andar a caballo y bañarme en el mar.
Es para mí la Ciudad feliz.

Virginia Marconi

VIAJE AL MAR EN INVIERNO


Viajo hacia el mar, veo las gaviotas, las oigo. Percibo el olor a sal concentrada.
Me llevan las olas y el viento, se levantan ráfagas de espuma que me envuelven para llevarme al infinito.
Pasan por mi memoria las estaciones y ahora que es invierno, decido amar el frío que me recorre la piel y el sol que pugna por salir para darme algo de calor.
Hundo las manos en la arena que aún permanece tibia, cierro los ojos, algo pequeño y grande a la vez se crea a mi alrededor, me balanceo al ritmo de los elementos.
No hay nada, nadie, estamos el mar y yo a solas.
Un rayo de sol sale tímido pero con fuerza y como un girasol me vuelvo hacia él, me hipnotiza y me quedo así un tiempo indefinido, no sé cuánto, ni me interesa.
Abro los ojos y contemplo las pequeñas embarcaciones que se mueven en el más absoluto silencio, quizás sea un cuadro inventado por mi, no parecen reales, son minúsculas manchas blancas que avanzan en grupitos.
Las nubes se amontonan unas sobre otras acolchando el cielo.
Me levanto, camino pisando crujientes conchas que se esparcen a miles por la orilla y ese sonido me acompaña por la larga franja de arena que parece no tener fin.
Voy juntando a cada paso pedazos de este camino en solitario, llenando los bolsillos de arena y piedras extrañas que sé que luego tiraré.
Y cuando todos huyen a casa para calentar sus almas desgastadas del trabajo y la rutina, viajo conmigo misma al fondo del corazón, al infinito. La espuma del mar, la arena, alguna gaviota y las embarcaciones en silencio, me acompañan.

Rosario Álamo.

CRACOVIA


CRACOVIA

Nos fueron a recoger antes de lo previsto. No era el día de partida y nos llamaron desde allí. El tiempo por fin no existía o quizás, a causa del frío, se había quedado congelado.

Nos deslizamos por sus calles empedradas bordeando la colina de Wavel y el Dragón nos recordó su sed. Un bullicio silencioso ofreció los sabores del mercado navideño y la plaza se abrió con todo su esplendor húmedo, un sábado por la mañana.

Encontramos refugio en su Lonja cargada de paños, ajedreces tallados y ámbar. Y en los arcos góticos resonó la trompeta que alerta a los guardianes de las puertas de la ciudad.

Cuenta la leyenda sobre sus torres, sobre el cuchillo pendido en un pilar entre calles…, se muestra la Historia y la relevancia de esta ciudad medieval, centro neurálgico de caravanas y rutas comerciales y que nos invita a correr sin aliento a deshoras para llegar a todos sus rincones.

Al despertar del segundo día, una excursión programada nos llevó a los campos cementerio de Auschwitz, extensión del horror extremo. Y después de un menú a destiempo en un local típico en el que hasta los perros comen del plato y con un café en la bota, descendimos 400 escalones a las profundidades de la tierra para sanar en la magia de las Minas de Sal, tesoro con tres capillas talladas y una réplica de la última cena, entre otras maravillas.

Y al tercer día, ascendimos a la colina que acoge la Catedral, el Palacio y los Museos en los que se puede conocer de la vida de los personajes ilustres polacos.

A pesar de sus temperaturas, la vida se hace en la calle, a pesar de que te patinen las botas, las sopas calientes y sus accesorios de madera, convidan a disfrutar de las plazas y su laberinto de sótanos que hacen del subsuelo un mundo vivo. A pesar del dolor y la gloria del viajero, la conexión con la esencia de tantos individuos que a lo largo de los años nos han preexistido es tal, que nos planteamos sobre el alma y otras cuestiones.

Isabel Mendieta Rodríguez
Escritora viajera.

CARAS SIN VELO

  Voy por ahí tropezando con caras. Soñando con caras, avanzando entre caras. Caras como aleteos o arrebatos feroces. Caras que se cierran e...