en su deriva quieta de isla pétrea.
La mirada percibe los latidos
de la roca vital en su silencio
resistente feroz y conformada
al sol, al viento seco del desierto,
a las huellas de sitios
y de asaltos de siglos
- borraron sin borrar, y eso es la vida -.
Solo hordas de objetivos fotográficos
como un moderno ejército enemigo
le roban la virtud de diluirse
de su fundirse imperceptiblemente
volverse en piedra de donde naciera,
voraces ojos ciegos que pretenden
decir a quien no vio
lo que tampoco vieron.
LA PERLA
Áspera
rugosidad hermética.
Manos
femeninas atisban el resquicio
la abren al
nácar
y desprenden
la esfera..
Bullicio del
bazar en derredor.
La depositan
rutilante,
perfecta
dentro del
agua mínima
del cuenco
transparente.
Y allí queda
blanca, rosa,
silente.
Definitiva.
Perfectamente
ajena
a la aguja
finísima,
a la amenaza
del cercano
diminuto
taladro.
Mercedes Gascón Bernal