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SEGÚN EL PESO DE TU BALANZA
En algún sitio, de algún lugar, entre hayas y eucaliptos rondaban los pasos.
Qué grande es el camino cuando las pisadas son lánguidas, extensas y pensativas
en el llegar.
El olor a profundidad inunda mis
pulmones; exhalo vaho que decora el ambiente.
No puedo evitar rozar con mis manos el tronco de la humedad. Siento como me
sienten las raíces arropadas por la tierra.
Llevo mi croucho en el bolsillo. Desde que lo encontré en el Camino es mi
nuevo amuleto de la buena suerte. Palpo a menudo su existencia. Sé que está ahí
y eso me reconforta.
No importa que en las orillas, en cada vereda me encuentre con muchos
frutos del eucalipto, yo quiero aquél que cayó en mi cabeza mientras pasaba
bajo sus ramas. Él me eligió a mí como yo a él.
El silencio ayuda a escucharte. Te dice qué te falta y qué te sobra. Sobre
todo el de la mochila física, que notas su peso y piensas que con la mitad
hubiera sido suficiente; pero también la espiritual. La carga te empuja hacia
tu interior. Tienes todo el Camino para ir más ligera en tu viaje vital. Dejar
lastre, le llaman; y yo quisiera descargar peso en cada una de las piedras que
voy dejando en los hitos que señalan la dirección a Santiago.
Llegué a la fuente, la siguiente parada. Se acercó un pequeño grupo de
personas que también querían refrescarse. Una voz me pidió permiso para
aproximarse al alivio. La voz iba relatando, paso por paso, cada cosa que veía
a un hombre que miraba a la inmensidad. Un escalofrío recorrió mi espalda e
hizo recapacitar que mis quejas eran sólo eso.
La vitalidad de aquel hombre se reflejaba incluso en su mirada. Apreciaba
cada palabra que le describía tan
magníficos paisajes. Su bastón rozó mis botas. Me aparté con un perdón y una
sonrisa comprensiva y de admiración. Lástima que él no podía verla.
Marché para dejar hueco. En agosto hace calor como en todos los rincones de
nuestra tierra y encontrar un vínculo con el agua es realmente reparador.
Se agradecen las bóvedas que crean los árboles en los senderos. Se
entrelazan sus ramas y la sombra que proporciona te adentra en una misteriosa
aventura. Nada mejor para conocerse que tú contigo misma…
Yolanda de las Heras Sánchez