AMOR DE HIPOCAMPO


FOTOS DE LA RED

    Un viaje de placer me llevó a Estados Unidos y mi curiosidad por todo lo que el mar encierra en sus entrañas me hizo acercarme al North Caroline Acquariums. Allí el sueño de los cuentos de una niña se hizo realidad. Por primera vez me encontré con un caballito de mar vivito, coleando y embarazado.
   Presa de mi curiosidad pedí un asesoramiento guiado por el lugar y fui una insaciable preguntona sobre estos seres tan bellos como mágicos. El caballito de mar es un pequeño pez marino cuyo nombre hace referencia al parecido de su rostro con el de los caballos terrestres, pero en nada más se los puede comparar con ellos. 
Desprovistos de aleta caudal que se ha visto modificada de una cola prensil logra fijarse con ella sobre algas y plantas. Suman un total de 100 especies distribuidas por todo el mundo y todas tienen la cabeza en ángulo recto con el cuerpo al que tienen comprimido lateralmente y visten con un esqueleto cutáneo formado por anillos anulares óseos que dan rigidez al tronco. La cola en cambio es prensil y se puede enroscar para proporcionarles anclaje. Sus aletas pectorales y dorsales son muy tenues y tienen forman de abanico. Nadan lentamente. Los expertos dicen que pueden tardar dos días y medio en recorrer un kilómetro.
Algo curioso es que sus ojos se mueven independientes uno del otro y así pueden vigilar todo entre las hierbas en las que viven.

    Siempre los había visto disecados en venta en algún lugar costero. De niña creía que no existían, que eran de juguete y que sólo en mi frondosa fantasía cobraban vida. Así y todo, ejercían en mi un importante encantamiento. Verlos despertó mi niña interior y el gozo de que tus juegos cobraban vida en la realidad de una adulta que no salía de su asombro.

    Por eso ahondé sobre sus conductas y me enteré que son tan interesantes como las antiguas leyendas que los mencionan. Es capaz de ostentar notables cambios de color para acomodarse al del medio que lo rodea. Puede utilizar la cabeza para pasar entre las algas y pasando así de unas a otras.
Con frecuencia varios adultos van juntos tomados de sus colas, lo bello es que así trenzados pueden ejecutar una danza casi hipnótica para el observador. Lo malo, es que puede ser fatal cuando siendo jóvenes no saben desprenderse.
    El amor parece sentirse a través de las historias narradas sobre ellos, y sabemos científicamente que se reproducen entre los meses de primavera a verano. En esta época el macho y la hembra se entrelazan con la cola y después de una danza nupcial la hembra le traspasa con una papila genital los huevos a la bolsa ventral del macho. Llegado el momento, el nacimiento parece ser agotador para el padre. Él logra parir agarrándose firmemente con la cola sobre un soporte y frota su panza sobre una concha de mar o piedra ayudando a las crías a salir. Puede dar a luz a más de cuatrocientos jóvenes que son la perfecta réplica diminuta de un adulto.

    Como talismán del amor son usados en muchos lugares conservando los humanos, algunos disecados entre sus pertenencias. Y desde la antigüedad su polvo formaba parte de pociones frente a muchas enfermedades. A pesar de los mencionados efectos curativos se creía que sus cenizas mezcladas con vino eran un veneno mortal y que si la víctima lograba sobrevivir viviría siempre atormentada por un deseo insaciable de bañarse en mares cálidos.
Desde que se supo de su existencia el hipocampo está relacionado al amor, la veta romántica es visible en el andar como tomados de la mano con su cola prensil y seguir así hasta para aparearse. 
    Según cuenta la leyenda que conocía de niña el romanticismo no los abandona jamás pero que en un inicio los hipocampos tenían interminables amoríos, parían sus hijos las hembras y ellas cuidaban a sus crías solas. Hasta que un día cualquiera, un hipocampo se enamoró locamente de una hembrita de colita coqueta. Tal era su pasión que la persiguió por los siete mares rogándole que le concediera su amor, pero ella que había visto los sufrimientos de su madre con su padre conquistador de muchas otras, estaba decidida a seguir soltera y se le escurría entre las algas o le rechazaba los hermosos copépodos que el galán le regalaba. 
    Finalmente, cansada de tanta persecución las algas le cedieron su tinta y le escribió una fría carta anoticiándole que había decidido permanecer soltera para evitarse los dolores de un corazón destrozado por un amante fugaz.
    No insista, fueron sus últimas letras. Apenas leídas estas letras el joven hipocampo rompió en llanto. Pasó el tiempo y ella recibía toda clase de recados por lo mal que él se encontraba. Pero la seducida hembra seguía creyendo que apenas conociera a otra se olvidaría de ella. Pasó el tiempo y frustrado el joven le escribió una despedida a su amada en una estrella de mar y un beso en el pétalo de una anémona marina.  Iba a irse solo esperando que los cazadores lo captaran y de esa manera su amor por ella sería puro e intacto por quedar embalsamado.     Al enterarse de la convicción y fidelidad del amor de su galán, la bella hipocampo, desesperada nadó en su búsqueda. Y al encontrarse se juraron amor y fidelidad eterna. No conforme con ello el macho prometió su ayuda con las crías y desde ese entonces los ha gestado y parido dentro de su vientre. Neptuno los casó al día siguiente y conmovidos por la historia todos los machos y hembras de la especie tomaron la misma determinación.
    Tantas bellas historias de amor se dieron entre los hipocampos que una vez muerto uno, el otro perece de amor al poco tiempo.
Por eso cuando estés nadando y veas uno, disfrútalo y aprende, pues su amada pareja lo espera y si te ofrecen uno disecado no lo tomes, solo y seco ya no son el símbolo del amor.
    Viajar es un placer que sin dudas te depara sorpresas y nuevos aprendizajes. Esta vez, se subió al avión una mujer con el corazón de una niña, pero regresó una adulta con su niña interior, plena por haber conocido a uno de sus amigos imaginarios de la infancia. Lo vio feliz, enamorado y con su pancita colmada de pequeños hipocampos y a punto de formar la familia que lo acompañará hasta el último de sus días… y colorín colorado, hemos llegado a casa y este cuento ha terminado.



Cecilia Rodriguez
Buenos Aires, Argentina.




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