CRACOVIA


CRACOVIA

Nos fueron a recoger antes de lo previsto. No era el día de partida y nos llamaron desde allí. El tiempo por fin no existía o quizás, a causa del frío, se había quedado congelado.

Nos deslizamos por sus calles empedradas bordeando la colina de Wavel y el Dragón nos recordó su sed. Un bullicio silencioso ofreció los sabores del mercado navideño y la plaza se abrió con todo su esplendor húmedo, un sábado por la mañana.

Encontramos refugio en su Lonja cargada de paños, ajedreces tallados y ámbar. Y en los arcos góticos resonó la trompeta que alerta a los guardianes de las puertas de la ciudad.

Cuenta la leyenda sobre sus torres, sobre el cuchillo pendido en un pilar entre calles…, se muestra la Historia y la relevancia de esta ciudad medieval, centro neurálgico de caravanas y rutas comerciales y que nos invita a correr sin aliento a deshoras para llegar a todos sus rincones.

Al despertar del segundo día, una excursión programada nos llevó a los campos cementerio de Auschwitz, extensión del horror extremo. Y después de un menú a destiempo en un local típico en el que hasta los perros comen del plato y con un café en la bota, descendimos 400 escalones a las profundidades de la tierra para sanar en la magia de las Minas de Sal, tesoro con tres capillas talladas y una réplica de la última cena, entre otras maravillas.

Y al tercer día, ascendimos a la colina que acoge la Catedral, el Palacio y los Museos en los que se puede conocer de la vida de los personajes ilustres polacos.

A pesar de sus temperaturas, la vida se hace en la calle, a pesar de que te patinen las botas, las sopas calientes y sus accesorios de madera, convidan a disfrutar de las plazas y su laberinto de sótanos que hacen del subsuelo un mundo vivo. A pesar del dolor y la gloria del viajero, la conexión con la esencia de tantos individuos que a lo largo de los años nos han preexistido es tal, que nos planteamos sobre el alma y otras cuestiones.

Isabel Mendieta Rodríguez
Escritora viajera.

1 comentario:

  1. Cuando las ciudades tienen tanto que enseñarnos; por su cultura, arquitectura, por tantas cosas... nos sentimos efímeros tal como somos y otros fueron.

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