No es dónde ni con quién, lo importante es cómo te
sientes en un lugar. No es un establecimiento grande, ni tampoco es necesario.
Es el mejor lugar para tomar un café y disfrutar de un cup cake. Difícil es la
elección entre la multitud de colores y sabores para elegir. Me resultó
contradictorio ver a la dependienta disfrutando de un mate.
Próximo al lugar donde habita el aroma de café, se
asienta otro lugar con encanto, el gran castillo francés de Chenonceaux.
Podíamos haber elegido cualquier otra ruta de los
castillos del Loira, pero nos decidimos por la que nos despertó nuestros
mejores instintos: Chenoneaux, Chambord,
Blois, Ambois, Rigny Ussé y Villandry -que
no pudimos disfrutar de sus maravillosos jardines debido a la inmensa lluvia que nos acompañaba
en nuestro escenario-.
Teniendo en cuenta la extensa cantidad de castillos que
he visitado, la mayoría en España, y disfrutando de las mejores joyas
arquitectónicas, puedo decir que los castillos franceses, además de los
españoles, me maravillan. Su conservación es extremadamente detallista y me
demuestran que su mirada va más allá de
ver un puñado de piedras. Es cierto que todos los que visitamos son privados y
la cantidad de la entrada ayuda a su mantenimiento.
Sobre el río Cher descansan los cimientos de tal
hermosura. Se iza sobre las aguas el blancor de la piedra del castillo de
Chenonceaux, también conocido como “el castillo de las Damas”. Belleza en todo su
esplendor tanto en el interior como el exterior del castillo. Curioso fue
cuando en la inmensa cocina nos
enseñaban la puerta que accedía al río y por donde se realizaba el avituallamiento cotidiano en la
vida de la realeza. Sus jardines, regados por históricas aguas, espectaculares,
cuidados por las mejores manos y la máxima delicadeza, decorados con lozanas
flores, llaman la atención del visitante. También lo hace la historia de los
dos extensos jardines dedicados uno a la mujer y otro a la amante del rey
Francisco I.
Si buscamos el adjetivo “maravilloso” en el diccionario,
seguro que encontramos la foto del castillo de Chambord. Es pura magia para la
vista. No me extraña nada que sea el emblema del renacimiento francés. Bosques
a su alrededor añaden belleza a aquellos parajes. Pocas veces he visto una escalera como la que decora su
interior y da camino a la torre del
homenaje. Dispone de una característica particular que la hace única:
una persona puede subir y otra bajar por la escalera sin cruzarse. Curioso,
¿verdad? Esta característica es la que da cierta veracidad al rumor que atribuye su diseño a Leonardo da Vinci.
Decía anteriormente que pocas veces había disfrutado de
escaleras con tanta belleza, y otra de esas, es la que decora el castillo de
Blois. Dignifica al mejor de los arquitectos. Una escalera con forma poligonal,
de caracol, mitad interior y mitad exterior que da luz a la fachada, rompiendo
la monotonía. Esta fortaleza tenía tal
importancia que su patio era el lugar donde se administraba la justicia de la
época. En este castillo se celebraron los Estados Generales. Se pueden
disfrutar los reales ornamentos que habitan en el castillo para hacerse una
idea del poder de los reyes franceses, que es lo que pretendían mostrar a todos
los demás reinos europeos.
De paseo por las calles de Amboise, pudimos llegar con
facilidad a su castillo, ya que sobresalía de entre los tejados de las casas.
Precioso castillo, no diferente a los anteriores en cuanto a sus materiales y
estructura, y quizás, no tan majestuoso como los descritos anteriormente. La
particularidad que alberga a este castillo es que en la capilla del mismo está
enterrado el gran Leonardo Da Vinci. Fue nombrado primer pintor, ingeniero y
arquitecto del rey. Título que disfrutó hasta su muerte. Dispuso de una mansión
cercana al castillo que se comunicaban a
través de un pasadizo subterráneo.
Para rematar nuestro viaje, acabamos nuestras vacaciones
con el castillo de Rigny Ussé. Solo puedo describirlo como un precioso castillo
de cuento. De ahí que su propietario
tenga las estancias, de la mitad del castillo que es visitable, decoradas no con ornamentos dignos de la
realeza sino con los personajes y escenas del cuento de la Bella Durmiente; que
particularmente, restan singularidad. Podría sugerir al dueño que los amantes de los castillos disfrutamos de
castillos con decoración de castillo y no con maniquíes que reflejan secuencias
de cuentos, pero es sólo una sugerencia.
Sólo puedo concluir exclamando que esta ruta me dejo
maravillada, adoro el mundo de las fortalezas. Todavía me quedan muchas más por
visitar, así que…
Au revoir
Yolanda de las Heras